¡NO LO TIRES! Ciencia al rescate de los residuos de la industria alimentaria 

Romina Bodoira, Verónica Baroni

*Romina Bodoira es Bióloga, doctora en Ciencias Biológicas y Magister en Ciencia y Tecnología de los  Alimentos. Se desempeña como Investigadora Adjunta de CONICET en el Instituto de Ciencia y Tecnología  de los Alimentos Córdoba (ICYTAC). Investiga potenciales aplicaciones de pérdidas de la industria  alimentaria. romina.bodoira@mi.unc.edu.ar 

*Verónica Baroni es doctora en Ciencias Químicas. Profesora Asociada en la Facultad de CienciasQuímicas  (UNC). Investigadora Principal de CONICET. Su línea de investigación se basa en el aprovechamiento de  subproductos de la industria de alimentos para ser convertidos en ingredientes funcionales, evaluando su  utilidad en el desarrollo de alimentos y sus efectos benéficos para la salud.  vbaroni@unc.edu.ar 

¿Sabías que un tercio de los alimentos que se producen se pierden antes de ser  consumidos? La Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura estimó  que representan alrededor de 1300 millones de toneladas anuales a nivel global (FAO, 2012). En  Argentina, se pierden 400 toneladas diarias de alimentos. Esta situación nos desafía a todos, desde  los gobiernos y el mundo académico, hasta la industria y los ciudadanos, empujándonos a buscar  posibles soluciones para esta problemática. Veamos cuáles son algunos intentos de ir en ese  camino. 

Pérdidas vs. desperdicios 

Primero es importante entender esta diferencia. La etapa de la cadena agroalimentaria en  la que se origina un residuo determina que se considere una pérdida o un desperdicio. Las  primeras son residuos orgánicos, comestibles o no, provenientes de la producción, el  almacenamiento y el procesamiento de alimentos. Algunos ejemplos de pérdidas son: residuos de  poda y cultivos atacados por plagas o degradados por prácticas inadecuadas y daños mecánicos  durante la cosecha. Un caso típico de esto último, es el de frutas dañadas que, acelerando el  proceso de fermentación, pueden expandir la degradación a todo el cajón. También dentro de las  pérdidas se incluyen los subproductos que se generan durante la elaboración de los alimentos, como cáscaras, pulpas y semillas del procesamiento de frutas y verduras; huesos, pieles y grasa  animal de la industria cárnica y las cascarillas y el salvado de la producción de cereales.  Un desperdicio, en cambio, es un residuo comestible generado en algún momento de la  distribución hacia los comercios y el consumo final. Entre ellos, ocupan gran importancia los  alimentos que se descartan en los mercados mayoristas, principalmente por: incipiente  descomposición, por no cumplir “estándares estéticos” y por fallas en la conservación, así como  los que se generan en comercios, locales de comida, colegios y en los mismos hogares. Los residuos entonces tienen composiciones y orígenes diversos, y se producen en  cantidades diferentes entre sí (Figura 1). Sin embargo, tanto las pérdidas como los desperdicios en  la producción y el procesamiento de los alimentos impactan negativamente en el ambiente, tanto  por el derroche de los recursos utilizados como por su mala gestión una vez generados. Los efectos  incluyen la generación de gases de efecto invernadero, la contaminación de cuerpos de agua,  suelos y aire, la degradación de espacios naturales, las molestias en las comunidades cercanas, y  la atracción de insectos, plagas y hedores. La generación de pérdidas y desperdicios representa,  por sobre todas las cosas, la gran incoherencia de tratar los alimentos como residuos en un mundo  donde, aún hoy, existe el hambre. 

Figura 1: Pérdidas y desperdicios en distintos productos alimenticios según datos de la  Unión Europea. Adaptada de Caldeira et al. (2019)

Algunas estrategias de reutilización a la vista 

Existen diversos métodos y estrategias para reutilizar estos residuos, que varían en escala  y aplicación. En muchos casos hay diferencias según se trate de pérdidas o desperdicios,  predominando las estrategias para el primer grupo. Una de ellas es el compostaje, que se viene  implementado en algunos países a pequeña escala, especialmente en zonas rurales. Sin embargo,  en zonas urbanas la falta de infraestructura adecuada puede dificultar su adopción a gran escala.  Otras pérdidas son utilizadas como alimento para ganado, siempre y cuando se garantice que no  contengan sustancias dañinas. Esta estrategia se usa en menor medida para desperdicios, ya que  el transporte desde los mercados de distribución y/o comercios hasta zonas ganaderas no suele  ser rentable.  

Otras estrategias que ayudan a reducir la cantidad de pérdidas y desperdicios, y contribuyen  a la producción de energías renovables son la digestión anaeróbica y la biorrefinería. La digestión  anaeróbica es un proceso biológico en el que los residuos orgánicos se descomponen sin oxígeno.  Durante este proceso, se genera biogás, que puede usarse como fuente de energía, y biofertilizante  para enriquecer suelos. Este método es especialmente efectivo para tratar residuos con alto  contenido de humedad. La conversión a biocombustibles se puede hacer especialmente con  materiales ricos en carbohidratos, como los restos de poda y las pérdidas de frutas y cereales, que  al ser fermentadas por microorganismos, producen bioetanol (un tipo de alcohol que puede  utilizarse como combustible). Por su parte, a partir de grasas y aceites, se obtiene biodiésel, un  combustible alternativo que también es más amigable con el medio ambiente que los  combustibles fósiles tradicionales. 

Otro tipo de estrategias, más bien comunitarias, locales y tendientes a aprovechar  desperdicios de las cadenas mayoristas son las plataformas, como Nilus en Argentina, que  conectan a generadores de alimentos y desperdicios con transportistas y organizaciones sociales  capaces de aprovechar esos recursos que, de otra manera, se convertirían en residuos. Hoy, la  aplicación es usada por los Bancos de Alimentos de la ciudad de Rosario y Mar del Plata, Cáritas y  organizaciones comunitarias. Nilus también ha realizado acuerdos con grandes comercios. Otros  proyectos locales, como los de Gastronomía Social Córdoba, fomentan la creación de  cooperativas de trabajo en los mercados mayoristas de frutas y verduras para fabricar productos  comestibles como conservas, mermeladas y deshidratados a partir de los desperdicios que se  generan en estos centros de distribución que suelen ser abundantes y aptos para el consumo. Para que estas estrategias prosperen se requieren, sin dudas, políticas públicas y del compromiso de  todos los actores implicados.  

Química fina al rescate 

Actualmente se está investigando otra forma de aprovechar los residuos, principalmente  las pérdidas, mediante el estudio de su composición química y la obtención de compuestos con  mayor valor agregado. Esta estrategia no elimina la totalidad de la materia residual, pero sí  disminuye su contenido biológico aprovechándose para otros fines. Por ejemplo, las pérdidas que  se generan en la industrialización de frutas y verduras, son ricas en fibra dietética que se puede  extraer para agregarse a otros alimentos (mejorando sus características nutricionales) y en  suplementos dietarios. Además, estos residuos pueden ser fuente de colorantes naturales y  aceites esenciales, con aplicaciones en la industria alimentaria y cosmética.  

A partir de pérdidas ricas en polisacáridos, como el salvado de cereales, se pueden obtener  biopolímeros para fabricar envases biodegradables. Asimismo, las proteínas, péptidos y lípidos de  estos subproductos pueden aprovecharse para desarrollar suplementos o ingredientes nutritivos.  Se considera que la obtención de energía a partir de residuos (la que explicamos en la sección  anterior) es la opción que menos valor agregado ofrece, mientras que la producción de compuestos  bioactivos representa la mayor oportunidad en términos de valor (Figura 2).  

Figura 2: Imagen adaptada de Mazzutti et al. (2020) 

En la fabricación de ciertos productos alimenticios se generan cáscaras, pieles, cubiertas  verdes y harinas o expellers (lo que queda después de prensar semillas para obtener su aceite).  Estos subproductos, además de contener macronutrientes (proteínas, carbohidratos y lípidos) con  las aplicaciones ya mencionadas, incluyen otros compuestos en menor proporción: los compuestos polifenólicos. Aunque estos no tienen una función nutricional directa, son muy  importantes en la fisiología de las plantas, ya que desempeñan un papel clave en la defensa contra  heladas, sequías y radiación, así como contra microorganismos, hongos, insectos y otros  herbívoros. 

Es así que, en las últimas décadas se han atribuido a estos compuestos (puros y en  extractos complejos) propiedades antimicrobianas, antifúngicas, plaguicidas, conservantes y  antioxidantes. Además, existe abundante evidencia de los efectos positivos para la salud cuando  son consumidos mediante alimentos vegetales. Sin embargo, el consumo en modo  suplementación aún debe ser estudiado en mayor profundidad. Algunas tecnologías novedosas de  extracción de compuestos polifenólicos están en fase de investigación y pretenden hacer estos  procesos más rentables y sostenibles, optimizando los tiempos, los rendimientos y respetando las  premisas de la química verde. La aplicación de estas tecnologías a escala industrial sigue siendo  un reto debido a la necesidad de equipos especializados y a la variabilidad de los subproductos  usados como materias primas. 

La amplia gama de propiedades de los compuestos polifenólicos, y el avance en las  tecnologías de extracción, nos lleva a reflexionar sobre el potencial que podrían tener esas pieles y  cáscaras que actualmente estamos desechando, quemando o convirtiendo en alimento para  ganado. En el Instituto de Ciencia y Tecnología de Alimentos Córdoba (ICYTAC), existen líneas de  investigación que se focalizan justamente en estudiar cómo la química puede ayudarnos a  aprovechar ciertas pérdidas de la industria local, dándoles un valor agregado y minimizando el  impacto ambiental que generan.  

Una de estas líneas está focalizada en el tegumento de maní, cultivo de gran importancia  regional. Este tegumento, que es la piel morada que cubre el grano, es un subproducto de la  fabricación de aceite, snack, pasta y harina de maní que actualmente se combustiona. Alrededor  de 150 mg por gramo de tegumento son compuestos polifenólicos, y se producen unas 15000  toneladas al año de este subproducto. Esto implica una gran cantidad de compuestos bioactivos,  actualmente combustionados, que podrían tener distintas aplicaciones. Por ejemplo, los extractos  de este tegumento han demostrado ser mejores antioxidantes que los sintéticos actualmente  utilizados como conservantes de alimentos grasos.  

Otra línea de trabajo relacionada a subproductos, estuvo centrada en el expeller obtenido  de la extracción de aceite de semillas de chía y sésamo. Este subproducto es utilizado como “harina” para la elaboración de galletas con un perfil nutricional mejorado y aptas tecnológica y  sensorialmente. Además, estudios en modelos animales con un perfil dietario de baja calidad  nutricional demostraron que estas harinas normalizan los niveles de glucosa en la sangre y mejoran  su estado oxidativo, lo que sugiere un potencial efecto beneficioso para la salud. También en  ICYTAC se han realizado estudios con orujo de oliva y de uvas negras, con pérdidas de la producción  de dulce de membrillo, batata, durazno y pera y también utilizando germen de trigo; todas ellas con  el objetivo de otorgar un valor agregado y reducir el impacto de ciertos procesos. 

Conclusiones y perspectivas futuras 

La valorización de los residuos representa una oportunidad para mejorar la sostenibilidad  en la industria alimentaria. Además de los tratamientos de tipo in situ como el compostaje y la  digestión anaeróbica, se puede también, a través de la adopción de tecnologías de extracción más  eficientes y sostenibles, recuperar compuestos valiosos como proteínas, polisacáridos, fibras,  pigmentos, aromas y compuestos polifenólicos, que pueden ser utilizados en una amplia variedad  de aplicaciones. 

A pesar de este gran potencial, existen limitaciones tecnológicas que dificultan la adopción  de estos procesos a gran escala. Los costos asociados a las tecnologías de extracción, la  estabilidad de los compuestos durante el procesamiento así como la constancia en las  características de las materias primas son algunos de los desafíos más importantes. Para lograr  una verdadera sostenibilidad es importante tener en cuenta toda la cadena de valor y es esencial  continuar investigando para motivar políticas públicas, superar las limitaciones tecnológicas y  lograr una mayor eficiencia a gran escala que beneficien al ambiente, a los consumidores y la  industria local. 

Para saber más: 

Bodoira, Romina (1 de noviembre de 2021). Eficacia antioxidante de un extracto de maní “verde” de  piel de maní n aceite de chía. ICYTAC https://www.icytac.conicet.unc.edu.ar/eficacia antioxidante-de-un-extracto-verde-de-piel-de-mani-en-aceite-de-chia-entrevista-dr-bodoira/ 

Caldeira C., De Laurentiis V., Corrado S., van Holsteijn F., & Sala S. (2019). Quantification of food  waste per product group along the food supply chain in the European union: A mass flow analysis.  Resources, Conservation and Recycling, 149,479–488. https://doi.org/10.1016/j.resconrec.2019.06.011 

Hoehn D., Vázquez-Rowe I., Kahhat R., Margallo M., Laso J., Fernández-Ríos A., Ruiz-Salmón I., &  Aldaco R. (2023). A critical review on food loss and waste quantification approaches: Is there a  need to develop alternatives beyond the currently widespread pathways? Resources,  Conservation and Recycling. Volume 188, 2023, 106671, ISSN 0921-3449,  https://doi.org/10.1016/j.resconrec.2022.106671.  

FAO (2012). Pérdidas y desperdicio de alimentos en el mundo – Alcance, causas y prevención.  Roma. Recuperado de https://www.fao.org/4/i2697s/i2697s.pdf 

Kaur M., Singh, A. K., & Singh, A. (2023). Bioconversion of food industry waste to value-added  products: Current technological trends and prospects. Food Bioscience,  102935.https://doi.org/10.1016/j.fbio.2023.102935 

Mazzutti S., Pedrosa R. C., & Salvador Ferreira S. R. (2020). Green processes in Foodomics.  Supercritical fluid extraction of bioactives. In Reference module in food science (pp. 1–19). https://doi.org/10.1016/b978-0-08-100596-5.22816-3. 

Tomar G. S., Gundogan R., Karaca, A. C., & Nickerson M. (2023). Valorization of wastes and by products of nuts, seeds, cereals and legumes processing. In Advances in food and nutrition  research (Vol. 107, pp. 131-74). Academic Press.https://doi.org/10.1016/bs.afnr.2023.03.004